Una mañana, un chico de casi once años descubre atónito que ¡se ha vuelto invisible! Dispuesto a cometer aquellas travesuras con las que siempre había soñado, saldrá feliz de su casa. Pero muy pronto se dará cuenta de que ser invisible no es ni mucho menos tan divertido como creía, y que no va a resultar tan fácil salir de los tremendos líos en los que se verá metido.

Gary empieza a sospechar que se está volviendo invisible y cree que es a causa de la llave que tiene que llevar siempre colgada del cuello. ¿Es una llave mágica? Decide esconderse para que tengan que buscarle hasta encontrarle. Esto demostrará, quizá, que no es invisible. Unos cuantos problemas interfieren en sus planes: una misteriosa caja de bombones, un cuerpo manchado de sangre, una nave espacial y un alienígena... Todo ello convierte la escapatoria de Gary en una pesadilla.

A la consulta de El gran doctor llegan muchos animales con curiosas dolencias. El topo que ve muy poco, pero lo sufiente como para saber que la Tierra está en peligro. El lobo al que le gustan los espaguetis y por ello es rechazado por sus congéneres. El ciempiés que no puede desayunar porque le falta una pata a la mesa. La perrita enferma por falta de compañía; o el pajarillo aterido de frío que se ha quedado solo porque no sabe volar. Y aunque El gran doctor receta buenos remedios, el mejor es... el que él recibe de sus pacientes.

Todos los habitantes del reino del rey Solito se marcharon porque era un reino muy pobre. Para no aburrirse, vivía como si su castillo todavía estuviera habitado, aunque ya no tenía sirvientes. Incluso decretó un día de guerra, en la que él también hacía de enemigo. Además, se inventó una esposa con la que poder mirar las estrellas. Hasta que un día llegó una pastora, Florinda, y le comunicó su deseo y el de otros pastores de regresar al reino, porque los prados y los bosques del reino vecino estaban muy sucios. El rey Solito se alegró mucho. Finalmente, el rey y la pastora se hicieron muy amigos. Decidieron casarse porque vieron que se querían. Con Florinda, el rey Solito tuvo a su lado a la reina que había imaginado.

El abuelo de Magdalena está a punto de morir. Ella no ha sido especialmente cercana con él, pero ahora que toda la familia paternal se reúne a acompañarlo en sus últimos momentos, Magdalena decide viajar a ver a sul abuelo y aprovechar la oportunidad para averiguar más sobre su padre: las causas de su muerte, la personalidad alocada y liberada que tanto le criticaron. Busca así formar un recuerdo más concreto de su padre y llevar un duelo que le pesa en el corazón. Con una narración que entrelaza las consultas psiquiátricas a las que asiste Magdalena con lo que ocurre en su viaje a visitar al abuelo, los lectores van adentrándose en los conflictos propios de una adolescente y en la compleja trama de vínculos y desencuentros que se dan en el núcleo de una familia.