En esta historia un viejito que se llamaba Gepetto, quería tener un niño porque no tenía nietos. Y fue tanto su deseo que un día, desde una estrella, bajó una luz a su cuarto y apareció un hada bella. -Te concedo tu deseo -le dijo ella con bondad- pero debes prometerme que hablarás con la verdad...
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En el famosísimo bosque de Vattel´a pesca había una vez una pequeña familia compuesta de siete monos: papá, mamá y cinco monos, no más altos que un dedal. Esta pequeña familia habitaba en las ramas de un árbol gigantesco, en medio del bosque, y pagaba quince ciruelas al año, como alquiler, a un viejo gorila mandón que se había empeñado en ser el casero.
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Filippo Brunelleschi, más conocido como Pippo el Loco, es un artista incomprendido que tiene que competir con la popularidad de otro artista por la construcción de la cúpula de la catedral de Florencia. Pippo está convencido de que su proyecto es el mejor, y si consigue que los jueces lo tomen en serio, nadie volverá a llamarle Pippo el Loco, sino Pippo el Genio.
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Plin y Plan se parecían en algunas cosas, pero no se parecían en otras. Todo les iba bien y eran amigos. Hasta que un día... una discusión absurda les decide a seguir caminos diferentes. "¡Qué fácil la vida sin Plin!" "¡Qué cómoda la vida sin Plan!", pensaban. Pero en la distancia, todo se ve de otra forma. Se echan de menos y solo son felices cuando por fin logran aceptarse el uno al otro tal y como son.
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Los abuelos de Parchete habían sido piratas. También su padre y madre fueron piratas, así que parecía evidente que también él debía ser pirata. Y ya era mala pata, porque a Parchete no le gustaba nada el mar. En realidad, no le gustaba el agua en general: ni para beber, ni para bañarse, ni para lavar... Pero sobre todo odiaba el agua del mar.
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La hora del baño era el momento del día preferido por Horacio. Desde que era un bebé, se lo pasaba bomba chapoteando en el agua, comiéndose la espuma o jugando con sus muñecos de goma. Hasta que un día...
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Víctor Manuel Meier no está contento con su nombre y decide cambiárselo. A partir de ahora se llamará Piruleta, por su gran afición a las piruletas verdes, que tienen un poder especial cuando, después de chuparlas, están transparentes, y mirando a través de ellas se consigue lo que uno quiere.
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El zorrito Pirulí, tan guapo, tan elegante, está encantado de ir a la ciudad; pero en la heladería se despista y desaparece sin más. Su pobre madre no sabe qué hacer para encontrarlo. Pregunta a una paloma, un águila, un ratoncillo, un búho y una tortuga, ¡y no hay manera! Nadie ha visto a un zorrito tan maravilloso, tan distinguido, tan perfecto.
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Pirulí y su mamá van a la gran ciudad. Al tomar un autobús, el pequeño se pierde y acaba en el zoológico. ¿A qué peligros se tendrá que enfrentar Pirulí?
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